Baches en la carretera.


Recuerdo cuando iba con mis padres en el coche. Íbamos a una carrera ciclista, donde, yo, con apenas 15 años iba a participar. Antes de coger la autopista había una serie de “baches” en la carretera. Mientras los amortiguadores del coche suavizaban el salto de abajo arriba, y nuestro movimiento marcado por la fuerza centrífuga, nos hacía movernos suavemente de arriba abajo, la velocidad del coche se ralentizaba. Después de salir del último bache, mi madre mi preguntó, “¿Por qué crees que se ponen estos baches en la carretera?” Yo, sorprendido le respondí que para no ir deprisa. Al instante ella me replicó, “Pero si hay una señal que dice claramente que no se puede ir a más de 30 km/h. ¿Tú crees que si no hubiera estos baches la gente iría a 30 km/h”.

Su ocurrencia hizo que mi respuesta no fuera tan rápida como la anterior. “Pues, pues..”, dude por un instante. “Pues, supongo que no”.

“Efectivamente”, me dijo con severidad. Hay en muchas ocasiones que la gente no respetamos las normas por el mero hecho de verlas. De hecho, hay tantas normas y leyes en la vida porque a la gente nos cuesta aceptar el respeto.

El respeto. Aquella sencilla palabra se me quedó grabada con un sencillo ejemplo.

Diez años después de entender lo que supone el respeto, tuve una interesante conversación con mi cuñado. Él me preguntó por qué debemos portarnos bien. Después de debatir durante un largo tiempo, tuve claro algo que desde aquellos “baches”, aprendí con mis padres. La conversación murió con el entendimiento que debemos portarnos bien porque sí. No porque vamos a recibir un premio o un castigo. No porque vamos a encontrar la paz después de la muerte o vamos a sufrir el castigo divino.

Debemos conocer hacer el bien porque si, porque parte de nosotros mismos. El hacer el bien, el portarse bien con uno mismo y con el prójimo tiene su raíz en aquellos “baches”. Es decir, en entender lo que es el respeto.

Si el gobierno o el ayuntamiento nos pone “baches” en la carretera, no es para querer forzar o romper los amortiguadores de nuestro coche. Es porque sabe, que aunque haya una señal que pone no ir a más de 30 km/h. los coches por esa misma carretera irán a más de 30 km/h.


De hecho, lo veo cada día. Ahora que resido en Londres veo que el ser humano sigue los mismos patrones, independientemente de su país de residencia. En el apartamento donde vivo ahora hay una señal que indica 20 millas por hora como velocidad máxima. No hay ningún tipo de bache porque es una carretera que conecta dos partes importantes de Londres, hay un hospital cercano. Eso hace que sea un punto importante de comunicación para policía, bomberos y ambulancias. Así, no es raro oír sus sirenas y escuchar como pasan a toda velocidad.

Pero no pasan a toda velocidad los bomberos, las ambulancias o la policía, también lo hace cualquier tipo de vehículo. Motos y coches. Puedes escuchar su zumbido a más de 80 km/h por esa misma carretera que pone velocidad permitida 20 millas por hora (35 km/h). Es decir, el hecho de que no haya “baches” en la carretera permite que la gente no le importe no respetar el límite de velocidad y apretar el acelerador tan cuan pueda con tal de ganar 1 segundo en sus vidas y hacer que los motores de sus vehículos reverberen por toda la carretera.

Lo cierto es que todo esto me lleva a la misma conclusión: ¿Por qué hay tantas normas? ¿Por qué hay tantas leyes? Lo que me enseñaron mis padres, me confirmó mi cuñado y me está regalando la vida, es que, si tenemos tantas leyes es porque somos “burros”. La palabra respeto no entra, en muchas ocasiones, en nuestra lista. Los baches en la carretera nos lo impone el gobierno porque no se fía de nosotros. Y es lógico. Si hay una señal de límite de velocidad y no hay radares ni baches, el vehículo acelerará.

Lo mismo sucede con el radar. ¿Por qué reducimos la velocidad cuando hay un radar? Pues simplemente para que no nos multen. No porque veamos que es peligroso. Cierto es que esto es como una pescadilla que se muerde la cola y puedes entender que el radar está hecho para recaudar dinero. Sin embargo, eso es otro tema que ahora no debemos profundizar.

Si he escrito estas palabras es para entender que la historia del ser humano está llena de errores. Errores que son repetidos generación tras generación y donde la única forma de hacer un mundo más ordenado es a través de las Normas y Leyes. En consecuencia, de entender que si no cumples una norma recibirás una penalización, tendrás una consecuencia o se te aplicará un castigo. Así, es como el ser humano aprende. Si no entendemos que el respeto es la base de todo aprendizaje, entonces se aplicará la norma o la ley. Y en cierta forma, entender la norma y la ley es entender que aprendemos a través de la amenaza.

Y con todo, esto llegamos a la educación, a la enseñanza de la escuela. ¿Por qué está prohibido correr en los pasillos? ¿Por qué debemos ir en fila a nuestras clases? ¿Por qué no debemos atascar el inodoro o el váter? ¿Por qué debemos escuchar al maestro? ¿Por qué si me insultan no debo responder con un insulto?

Tal vez, por entender que el respetar estas “normas de convivencia” es por seguridad y por respeto. Pero los alumnos siguen corriendo cuando ven el pasillo libre, algunos de ellos si tienen la oportunidad atascarán el váter y a la mínima, no harán la fila y se pondrán a jugar con el balón si ven que el maestro no ha llegado a tiempo a la fila a recogerles. Y en muchas ocasiones, un alumno cuando oigan que se han metido con él o que le han insultado responderá con un insulto. Esto último, es preciso detallar, e indicar que el respeto es la base que permitirá que ese alumno aprenda a cómo resolver un problema. Esto es,  si yo entiendo el respeto como base de aprendizaje, me ayudará a saber solucionar mejor el problema con mi compañero, entendiendo que "ojo por ojo, y diente por diente" era una solución de la Edad Media, y aunque, en ocasiones, la podamos sentir hoy en día, lo cierto es que no es la forma de responder ante un problema.

Es decir, con todo ello, se produce un desequilibrio en entender lo que es un maestro y un policía. En multitud de ocasiones el maestro es un policía, haciendo cumplir las normas de convivencia, simplemente porque no ha habido el respeto necesario.

En definitiva, tenemos que entender que en este mundo que nos ha tocado vivir, en esta sociedad, el principal problema es saber convivivir unos con otros y el saber respetar dónde estamos (instalaciones escolares, por ejemplo). Depende de cada uno de nosotros aprender que cada “bache” que tenemos en nuestra carretera ha sido impuesto porque aún no hemos entendido lo importante que es el respeto y que el respeto es la base de cualquier construcción de aprendizaje. Si no hay respeto, nunca conseguiremos aprender.

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